Canto al fracaso estrepitoso, al desgarro de hallar alguna esperanza aún prendida. A la inocencia que vuelve como la prehistoria y sus meteoros. Aquí un poema sin colores, con la catástrofe y la riqueza. Aquí los degenerados límites del petirrojo, de la abubilla, las aniquiladoras nubes de estorninos. Aquí vengan chamán o hechicero, cantamañanas o frailes vengan, a rozar la ebriedad de Rilke, Cohen o Dickinson. Canto al fracaso de las cosas que se rompen con ruido brillante, a la vida moral y sus sucias manos enguantadas, al túnel donde entran los valientes. Canto a la posibilidad que por mínima se hace infinita, a la luciérnaga que no paró de volar y se hizo estrella. Canto al ridículo de la ruina, a la soberbia de las reliquias, al ancho trazo de la originalidad y su ironía. A la parsimonia que te compra al mirar atrás y canto al vencido porque solo él sabe como volver a levantarse.
n.m.
n.m.
Luciérnaga, iluminan tus palabras mi sonámbula navegación cibernética a altas horas de la madrugada.
ResponderEliminarbellisimo, ya te lo dije en su momento, me reitero
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