Quisiera habitar las palabras con la sencilla asociación de: en casa vivo, en casa estoy aún sin pronunciarla. Saberme dentro de este féretro tan a mi medida sin que sea el terreno buscado sino el escogido naturalmente, como el verdadero origen donde todo se mezcla sin que la mentira acampe por llamarlo grandilocuentemente principio. Es cierto que necesito de los grandes términos para el totalitarismo diario, para que cada grupo de horas que divide la media noche sea un punto de indagación o de aventura distinto, un círculo más dentro de todos los concéntricos imaginarios. Ahora comienzo a aniversarte como una novedad vieja, más de trescientas veces anunciada, y me opongo visceralmente a pretender emanciparme del recuerdo pero no anhelo la autocomplacencia o el heroísmo, ni los argonautas ni la correosa espera fueron nunca ningún ejemplo. Pueden ser atronadoras tus ausencias al fin cuando te apareces sonriendo en el muro de mis redes o al mirar hacia delante al atril sin estrenar en que se posan las reminiscencias de otro tiempo. Me aprehendiste a vivir tan suministradora de besos, tan explícita de alma que a veces se me confunde con la que viaja y no reclama techo. No crean, no debería yo creer (en todo caso), que las guerras se ganan de batalla en batalla si quisiera vivir una elegía, pero no es el caso. Convéncete/me, no es el caso.
n.m.
Me gusta la idea de la casa que habitas...tras lo que presumiblemente ha sido un viaje.
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