miércoles, 12 de octubre de 2011

carnadura

Yo quisiera tener mil caras.
Un tablón infinito
de semblantes en mi memoria.

Facciones perennes de la tristeza,
ligeras angustias azules,
visos de alegría finita,
la sordidez de los tejidos
en plena lujuria obscena,
pereza anclada como orzuelo,
esa nostalgia libre de los días.

Unos ojos en platos,
tan opacos en plata,
ligeros en el sueño,
desnudos en el alma.
Labios arrebol de sangre y lástima,
con agrietadas marcas
de dientes invisibles.
Un carrillo rosado
cual filete de vaca,
que sirva de colchón
a besos en conserva.
Y en formol
orejas, aletas nasales,
barbillas, pronunciados puentes,
cejas, párpados, pestañas y frentes.

Y quisiera tener descuartizadas,
también, un millón de fotografías
con sonrisas como maletas,
sombras que son vergüenzas,
mudo el poder de la avalancha
en los hombros anónimos
de habitantes mermados.

Y crear el puzzle de las mentiras,
pegar las ganas y las partes,
formar el rostro de mil muertes
y articular mil rasgos
de inventados hombres.

Yo quisiera tener mil caras
o cocinarme a fuego lento
e irme transformando
en febril condimento
de la existencia de mil caras
ajenas.

n.m 

domingo, 2 de octubre de 2011

La descendencia Pavlov

Madre grita usted como un faro
hambriento en la marea baja.

La pecera vacía sigue esperando otra
ballena blanca a la que ladre
su cuerpo de perro amaestrado.

Sentada mira el agua
como linterna giratoria
buscando los azules átomos
que han de unir un latido con el otro.

n.m.